
Cada matrimonio es un misterio y una realidad única, por lo que no existe una regla rígida para la oración conyugal. Lo que más importa
no es la forma sino la voluntad de orar en pareja.
Citarse.
Ponerse una cita fija en un momento del día (al levantarse, al acostarse…) con su cónyuge. Si esperamos a tener “tiempo libre”, nunca lo haremos Cristo es el que nos enseña a orar. Es a nosotros a quienes corresponde pedirle ayuda con humildad para aprender a orar juntos.
Regularidad y perseverancia.
La oración conyugal que requiere esfuerzos: la cita debe ser regular. La oración conyugal se construye lentamente, por etapas, en el amor. Evoluciona en la vida de la pareja que a su vez evoluciona.
Para desarrollar una profunda unión con Dios, la perseverancia es muy importante. Aunque el comienzo es difícil, la perseverancia será una fuente de gracias.
Instalación, preparación.
Se puede preparar la oración por turnos (entrada, encuentro, envío) o el más entusiasta tomar la iniciativa: el otro seguirá, primero por amor y luego por convicción.
Hay que elegir el lugar adecuado. A veces, en la casa.
Debemos ser conscientes de la presencia de Dios, en un momento de silencio y un gesto que explicite su presencia.
Ante todo, perdonarse.
Comenzar haciendo las paces, diciendo en voz alta: «Cordero de Dios... » o «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos ...» darse un beso de paz ... «Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.» (Mateo 5: 23-24).
Hay una conexión muy profunda entre la oración conyugal. A veces la necesidad de perdonarnos.
Introducir la oración.
Invitar al Espíritu Santo a que nos ayude, «Tú que estás presente en el fondo de mi corazón». Dar gracias a Dios por todos sus dones. Alabarle por sus maravillas. La palabra del Señor es también Él mismo. «En el principio era el Verbo» (Jn 1,1).
Podemos empezar por escuchar a Cristo, leyendo un texto del Evangelio, hacer silencio, meditar juntos. Esta introducción nos hace receptivos a lo que Dios quiere decir a los dos y cada uno de nosotros, en este momento preciso de nuestra vida.
Escuchar juntos a Cristo.
La escucha de la Palabra de Dios es indispensable en toda oración y particularmente en la oración conyugal. La lectura puede hacerse de diversas maneras: en silencio o en voz alta, lectura de uno o de los textos del día, lectura continuada de la Biblia, intercambio sobre el texto…
Formas de Oración.
Hay tantas formas de oración conyugal como de matrimonios: un silencio juntos, la adoración, acción de gracias, una alabanza o una oración de intercesión por los demás, especialmente por nuestros hijos y por nuestro propio matrimonio.
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