
En nuestro diario vivir al convivir con nuestra familia y con los demás realizamos diferentes valores sin darnos cuenta. Por ejemplo,
podemos mostrar la fidelidad a alguien sin saberlo haciendo algo tan sencillo. El tomar una taza de café con alguien en cierto día ya muestra una fidelidad con esa persona. ¿Pero cómo es eso? Después de repetir esa acción muchas veces cambia de ser una tradición a un hábito. Dicho hábito se hace tan nuestro que no importa el tamaño, ni el color de la taza, sino beberlo con una persona.
La fidelidad implica una conexión verdadera con la fuente y está estrechamente relacionada con la lealtad. En el pasado se relacionaba este concepto con el cumplimiento del deber y la fidelidad de una persona hacia un señor o un rey.
Ser fiel es ser confiable, firme e incondicional, y la Biblia habla de esta clase de fidelidad de cuatro maneras: como un atributo de Dios, como una cualidad de algunas personas, como una característica que muchas personas no tienen, y como un don del Espíritu Santo. Fiel se utiliza también en el sentido de "creer", como en el caso de los cristianos de Éfeso y Colosas (Efesios 1:1; Colosenses 1:2).
Las Escrituras en general hablan de la fidelidad de Dios. Constantemente aprendemos que cuando Dios dice que hará algo, lo hace (incluso cuando parece imposible). Cuando dice que algo va a ocurrir, ocurre. Esto es verdad para el pasado, el presente y el futuro. Si no fuera así, si Dios fuera infiel al menos una vez, no sería Dios y no podríamos confiar en ninguna de sus promesas. No obstante, así es: "No ha dejado de cumplir ni una sola de las promesas que nos dio" (1 Reyes 8:56). Dios es eternamente confiable, firme e inquebrantable, porque la fidelidad es uno de sus atributos naturales. Dios no tiene que esforzarse por ser fiel; Él es fiel. La fidelidad es una parte fundamental de lo que Él es (Salmo 89:8; Hebreos 13:8). En Su fidelidad, Dios nos protege del mal (2 Tesalonicenses 3:3), pone límites a nuestras tentaciones (1 Corintios 10:13), nos perdona los pecados (1 Juan 1:9) y nos santifica (1 Corintios 1:9; Filipenses 1:6).
Con lo anterior, Dios nos muestra su fidelidad, pero ¿Cómo le mostramos nuestra fidelidad a él?
Podemos demostrar nuestra fidelidad al confiar en sus palabras (sus mandamientos). ¿Y cómo conocemos sus mandamientos? La principal manera es leyendo su palabra. Estudiar los Evangelios nos dará perspectiva, así como las enseñanzas específicas que contienen.
Al estudiar el Nuevo Testamento y aprender más sobre Jesús, a menudo encontramos áreas donde nos falta comprensión. Es aquí donde la oración es fundamental en la vida cristiana. Así como la comunicación es importante en el matrimonio, la oración es importante en nuestra vida de fe. Y probablemente todos sabemos que orar es más que solo hablar; también es tomarse el tiempo para escuchar mientras oramos.
Al orar y pedir, debemos aprender a seguir la guía del Espíritu Santo. Cuando nos convertimos en cristianos, Dios no nos deja sin ayuda. La presencia del Espíritu Santo es una promesa cumplida dada a cada creyente. Al principio, esto puede parecer un misterio, pero desarrollar la capacidad de escuchar la guía del Espíritu lleva tiempo.
Al estudiar la palabra de Dios, orar y buscar guía, comenzamos a demostrar nuestra fidelidad a Dios al modelar nuestra vida según su palabra. Tu forma de vivir cuenta cada día . Tu interacción con familiares, amigos e incluso desconocidos depende de lo bien que apliques la palabra de Dios a la vida diaria.
Por Alberto Huitrón Sánchez.
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