En la palabra de Dios se habla de la templanza en distintos versículos, entre ellos:
Sed templados, y velad, porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando á quien devore.
Pedro 5:8:8
Esta actitud está presente en nuestra vida a diario, entre las situaciones más comunes:
Cuando un invitado de una fiesta está a dieta y no come torta.
Alguien que está en medio del tráfico hace una hora y no se desespera.
Un estudiante que obtiene la nota más alta en todas las materias que cursa en el colegio.
También existen diferentes cuentos que nos hablan sobre la templanza como “El Anillo del Rey” que se contará a continuación...
Una vez, un rey de un país no muy lejano reunió a los sabios de su corte y les dijo:
“Tengo un precioso anillo donde quiero guardar dentro del anillo, algunas palabras que puedan ayudarme en los momentos difíciles. Un mensaje pequeño que ayude en el futuro a mis herederos y a los hijos de mis herederos”. Al escuchar los deseos del rey, los sabios buscaron en sus libros, sin encontrar nada en que ajustara a los deseos del poderoso rey.
El rey tenía muy próximo a él, un sirviente muy querido y respetado por todos.
El rey, por esos motivos, también lo consultó. Y éste le dijo:
– “No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje”
– “¿Como lo sabes preguntó el rey”?
– “Durante mi larga vida en Palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una oportunidad me encontré con un maestro. Era un invitado de tu padre, quien como gesto de agradecimiento me dio un diminuto papel con un mensaje. Lo dobló y se lo entregó al rey.
– “Pero no lo leas”, dijo. “Mantenlo guardado en el anillo. Ábrelo sólo cuando no encuentres salida en una situación”.
Ese momento no tardó en llegar, el país fue invadido y su reino se vio amenazado.
Fue entonces cuando recordó lo del anillo. Sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso para el momento…
Simplemente decía “Esto También Pasará”.
En ese momento fue consciente que se cernía sobre él, un gran silencio.
Los enemigos que lo perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino.
Pero lo cierto es que lo rodeó un inmenso silencio. Ya no se sentía el trotar de los caballos.
El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al maestro desconocido. Esas palabras habían resultado milagrosas.
Entonces el anciano le dijo:
– “Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche; hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.”
FIN
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